Los antibióticos en la práctica clínica han supuesto una de las terapias más importantes para el control de las enfermedades infecciosas: han salvado millones de vidas, tanto en medicina humana como en veterinaria. Sin embargo, una amenaza creciente deteriora la eficacia de estos fármacos: la resistencia bacteriana a los antibióticos, que se define como la capacidad de una cepa bacteriana concreta de sobrevivir a las concentraciones de antibiótico que inhibe a otras bacterias de la misma especie.
Las infecciones causadas por bacterias resistentes se asocian tanto a una mayor morbilidad y mortalidad de los pacientes como al mayor coste de los tratamientos usados en comparación que las infecciones causadas por bacterias sensibles de la misma especie.
Como dato, cuando se introdujo la penicilina en la práctica clínica la gran mayoría de las cepas de Staphylococcus aureus eran sensibles, actualmente lo son menos del 5-10%. De hecho, si el Penicillium que permitió a Fleming descubrir la penicilina hubiese contaminado muchos de los cultivos actuales de S. aureus, es más que dudoso que la hubiese descubierto. Cuando se comercializaron las fluoroquinolonas a mediados-finales de la década de los ochenta del siglo xx prácticamente todas las cepas de E. coli eran sensibles; hoy son resistentes el 34% de las de hemocultivos en España. O cuando se introdujo la cefotaxima a principios de la década de los ochenta del siglo xx todas las cepas de Escherichia coli y Klebsiella pneumoniae eran sensibles; hoy son resistentes el 13 y el 16%, respectivamente.
¿CÓMO SE ACELERA Y PROPAGAN LAS RESISTENCIAS ANTIMICROBIANAS?
La resistencia a los antimicrobianos ocurre con el tiempo, generalmente a través de cambios genéticos. Las mutaciones y el intercambio horizontal de genes son propiedades universales de las bacterias que han ocurrido durante millones de años como parte de la evolución.
La frecuencia de mutaciones que originan resistencias varía según el antibiótico usado y el modo de empleo, y según la bacteria involucrada. Además, los antibióticos no solo matan a las bacterias sensibles, sino que consecuentemente seleccionan a las resistentes, e influencian directamente los mecanismos de variación genética promoviendo intercambios de genes entre bacterias que incrementan e inducen la transferencia de genes de resistencia.
Por tanto, el uso de antimicrobianos de forma excesiva, errónea y sin supervisión de un profesional acelera estos procesos de mutación de las bacterias.
Los microbios resistentes a los antimicrobianos pueden aparecer y propagarse en personas, animales, alimentos y el medio ambiente (en el agua, el suelo y el aire). Se pueden propagar entre personas y animales, incluso a partir de alimentos de origen animal, y de persona a persona. Un mal uso y abuso de antimicrobianos en la producción agropecuaria y una manipulación inadecuada de los alimentos fomentan la propagación de la resistencia a los antimicrobianos.
Hace años en el sector agropecuario se descubrió que el uso de concentraciones bajas de antibióticos en la dieta de animales se asociaba a una mayor ganancia de peso en animales de abasto, lo que dio lugar al uso masivo de los antimicrobianos como promotores del crecimiento de animales, contribuyendo a la extensión de las resistencias. De hecho, en Estados Unidos se emplearon 3 millones de kilogramos de antibióticos en humanos en 2009 y 13 millones de kilogramos en animales en 2010, principalmente como promotores de crecimiento.
¿QUÉ ESTRATEGIA SE HA DESARROLLADO?
La Alianza Tripartita, formada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), apoya la implementación del Plan de Acción Mundial sobre la Resistencia a los Antimicrobianos (PRAM), con el objetivo de armonizar estrategias intersectoriales que permitan coordinar políticas sanitarias relativas a la medicina humana, veterinaria e salud medioambiental, subrayando las responsabilidades de cada sector con el fin de combatir este problema mundial mediante el enfoque “Una Salud”. La lucha contra esta amenaza es una prioridad de salud pública y un desafío multisectorial y global.
La OMS, a su vez, ha desarrollado directrices y recomendaciones para los países miembros para preservar la efectividad de los antimicrobianos de importancia crítica para la salud humana. Estas recomendaciones incluyen la Lista de antimicrobianos de importancia crítica (Critically Important Antimicrobials List-CIA List), que clasifica estos compuestos según su importancia y prioridad para la salud humana. El documento es un llamamiento a los gobiernos para que implementen políticas para alentar la investigación y el desarrollo de medicamentos, tanto a través de agencias del sector público como privadas.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS VETERINARIOS?
Si un uso excesivo de los antibióticos produce una presión selectiva que resulta ser la causa más importante de la extensión de la resistencia, sería deseable que ésta fuese la menor posible, y esto se consigue con un menor y más adecuado uso de los antibióticos.
Los veterinarios tienen un rol fundamental en el combate de la resistencia a los antimicrobianos, fomentando un uso adecuado y bajo prescripción de antimicrobianos en la producción animal. Además de que promueven buenas prácticas de higiene, bioseguridad y vacunación, facilitando un correcto diagnóstico mediante cultivo y prueba de sensibilidad a antimicrobianos (antibiograma), y desarrollando planes de prevención de enfermedades infecciosas en animales.
La prescripción de medicamentos, en concreto de los antibióticos, es un proceso complejo en el que los prescriptores tienen diferentes grados de entrenamiento, conocimientos y experiencia profesional, además de que se deben tener en cuenta diversos factores que tienen que ver con el medicamento, el paciente y la patología a tratar, como pueden ser: la disponibilidad del medicamento, la vía de administración usada (tópica, oral, intravenosa, intramuscular, rectal, intrauterina… ), la capacidad de los propietarios o responsables del animal de administrarla correctamente, el carácter del animal, el grado de inmunosupresión del paciente (como es el caso de los pacientes neonatos), el reconocimiento adecuado de la necesidad del antimicrobiano versus el tiempo de espera del resultado laboratorial de un cultivo o hemocultivo y su antibiograma, o la posibilidad o no de realizar un correcto seguimiento del paciente que garantice la recuperación total del animal.
En conclusión, podemos decir que el uso prudente de los antibióticos es una labor compleja, global y multidisciplinar en la que los veterinarios jugamos un papel fundamental y decisivo para frenar el ascenso de las resistencias bacterianas a antimicrobianos. En esta tarea nuestro objetivo será la reducción general del uso de antibióticos, potenciando terapias alternativas y sobre todo el uso racional, electivo, y siempre bajo la prescripción de un profesional, de los antimicrobianos.