Cómo hemos cambiado… (segunda parte)

Cómo hemos cambiado… (segunda parte)
23 agosto, 2019 MC Veterinaria

En el pasado artículo, nos quedamos en la revolución que sufrió nuestra profesión durante el Renacimiento. Leonardo da Vinci (1452-1519) es un ejemplo claro de la excelencia en muchos campos. Nos compete precisamente, el  grado de maestría que llegó a adquirir en sus estudios sobre anatomía del caballo y sus movimientos, dejando múltiples grabados de caballos estáticos y dinámicos.

leonardo

En 1598, Carlo Ruini, usualmente considerado el padre de la anatomía equina escribe Dell Anatomía et dell’Infirmita del Cavallo, como una continuación del trabajo publicado por Jordanus Ruffus en De Medicina Equorum, sobre todo en lo que a patología se refiere. También describe con detalle la musculatura, osteología, sistema vascular y nervioso, etc. Dejándolo plasmado en grabados de alta calidad descriptiva.

ruini

William Cavendish I (1592-1676) fue un poeta, dramaturgo, político, arquitecto, diplomático, militar y excelente jinete, perteneciente a la aristocracia inglesa. Escribió como obras más destacadas Méthode et invention nouvelle de dresser les chevaux (1658) y A new method and extraordinary invention to dress horses and work them according to nature (1667). En ambos libros, se destaca como un profundo conocedor de los caballos en su vertiente mas práctica, desarrollando un método bastante racional para el desbrave y doma de los potros. Dedica especial atención al estudio de su conformación y manejo para prevenir posibles lesiones o patologías.

cavendish

Giovanni Alfonso Borelli (1608-1679) fue un notable físico y matemático, profesor de matemáticas en Mesina y profesor universitario en Pisa. Allí conoció a Marcello Malpighi celebre anatomista y biólogo que instó a Borelli a aplicar sus conocimientos de física y matemáticas al estudio del movimiento de los animales, lo que dio lugar a su obra De Motu Animalium.

Jacques de Solleysel (1617-1680) estudió en Lyon y se formó en la equitación de la mano del maestro Pluvinel. Se destacó como mariscal y escribió varias obras de equitación como Nouvelle méthode de dresser les chevaux, Le Mareschal méthodique, Dictionnaire des termes de la cavalerie y Le parfait Mareschal (…), siendo este último libro especialmente relevante, porque da a conocer los síntomas que aparecen en distintas patologías, sus causas, defectos morfológicos y distintas técnicas terapéuticas de la época.

Durante todo el siglo XVIII, la veterinaria equina y la de producción de animales de renta se desarrollan enormemente debido, por una parte, a la necesidad de disminuir las pérdidas de caballos producidas por las guerras y, por otra, a la gran crisis ganadera que se sufrió en Europa por distintas epidemias como la peste bovina y la erisipela porcina.

El germen de la formación académica veterinaria como la conocemos, surgió en Lyon, en la escuela de equitación dirigida porbourgelat Claude Bourgelat, que en 1761 se convirtió en el primer instituto de enseñanza superior de veterinaria. Bourgelat fue miembro de la Academia Prusiana de las Ciencias y de la Academia de Ciencias Francesa. En 1761, publicó Eléments de l’art vétérinaire, considerada una obra pionera, ya que reconoce a la veterinaria como una verdadera medicina basada en el método científico.

El éxito de estas academias veterinarias en Francia fue seguido rápidamente por la aparición de más de una docena de nuevos centros en Italia, Alemania, España y Reino Unido. Hubo que esperar hasta 1853 para que este tipo de instituciones llegaran al continente americano, empezando en México y siguiendo por Canadá en 1862 y Cornell, Nueva York, en 1868.

Actualmente, España cuenta con 13 facultades de veterinaria, en las que se matriculan aproximadamente 1.600 alumnos al año. La formación académica veterinaria actual es muy completa. Durante los primeros cursos los alumnos se forman en materias básicas comunes como ética, legislación, física, química, matemáticas, Anatomía, fisiología… Posteriormente, se estructuran diversas materias en las que se desarrollan, entre otros temas, la higiene y tecnología de los alimentos, la producción animal, los fundamentos del diagnóstico y la terapéutica, ciencias clínicas y sanidad animal… En el último curso, además de realizar prácticas tuteladas dirigidas, se tiene que realizar un trabajo de final de grado y presentarlo ante un tribunal.

Cuando un alumno pretende desarrollar la veterinaria equina en el futuro, debe tener claro que se enfrenta a una de las disciplinas mas complejas de esta antigua profesión, no solo por la dureza del trabajo que está por llegar, sino por el largo camino que deberá seguir hasta alcanzar una formación adecuada para su desempeño profesional.

Una vez se acaba la diplomatura, será necesario que el veterinario Junior comience un camino hacia la especialización, presente y único futuro del veterinario actual. No sólo hacia la especialidad en veterinaria equina, sino hacia la formación en las diferentes disciplinas que existen dentro de este campo: medicina interna, cirugía, anestesia, medicina deportiva, oftalmología, dermatología, nutrición…

Para ello, es común que el alumno inicie la segunda fase de su formación realizando un internado en un hospital clínico veterinario, donde tiene la oportunidad de trabajar a la vez que se forma en las diferentes disciplinas. Lo que facilita que más adelante tome la decisión de si quiere profundizar en alguna de ellas realizando una residencia o máster, lo que implicará varios años más de intensa formación.

Hoy, la ciencia veterinaria se desarrolla a un ritmo vertiginoso, la exigencia profesional es muy alta, así como la competencia profesional. Por ello, la formación continuada es prácticamente obligatoria durante el desarrollo de la profesión, lo que implica un alto grado de dedicación, más haya de las horas lógicas y previstas de trabajo, que solo viene compensado por una profunda vocación y por cada caso de éxito que reconforta el esfuerzo.

En definitiva, un veterinario clínico, nunca deja de estudiar y jamás deja de aprender. Sólo ante esa premisa, será un buen profesional.

 Sergio Gimeno y María de la Cuesta