Puede que en los últimos meses hayáis acudido a una farmacia para solicitar un antibiótico sin prescripción médica y os hayáis encontrado con una negativa por respuesta. El motivo es tan real como preocupante: cada año mueren en España 2.500 personas por infecciones multirresistentes.
Posiblemente hayas escuchado el caso de un amigo o familiar ingresado por una neumonía causada por una bacteria resistente, algún caso cercano de anginas bacterianas que debían haber respondido a la penicilina y no lo han hecho o una gripe que ha terminado en sinusitis y que parece no mejorar con tratamiento antibiótico. Estas complicaciones pueden llegar a comprometer la vida de todos nosotros pero aún más la de las personas incluidas en “grupos de riesgo”.
Lo mismo ocurre, corregido y aumentado, en el campo de la veterinaria, ¿por qué?
Por una parte, porque, desgraciadamente, durante las últimas décadas se ha utilizado de forma abusiva la terapia antibiótica en la ganadería, en animales destinados a consumo humano y que, por tanto, han entrado en nuestra cadena alimenticia a través de su carne o leche con restos de tratamientos seguramente más altos de los debidos.
Y, por otro lado, porque en el sector de la clínica nos encontramos de forma frecuente ante la situación de que algunos “profesionales” siguen cometiendo irresponsabilidades tan alarmantes como dar medicaciones no aptas para caballos y/o con dosis y pautas totalmente inadecuadas. Por si fuera poco, estos tratamientos tienen precios de saldo, por lo que resulta difícil resistirse cuando quien las recomienda no advierte de los riesgos sanitarios y legales.
Tristemente, será nuestro caballo quien sufra las consecuencias: a corto plazo, la administración de medicaciones indebidas puede acarrear diarreas, intoxicaciones o daños hepáticos y/o renales; a medio plazo, puede conllevar el agravamiento de la problemática de las resistencias bacterianas, dado que administrar dosis, tiempos y tipos indebidos de terapias antibióticas hace que las bacterias aprendan y desarrollen nuevos mecanismos de defensa.
Por ello, en los últimos años venimos observando un aumento cada vez mayor de problemas infecciosos que ya no responden a los antibióticos que solían ser eficaces e, incluso, que ya no responden a NINGÚN antibiótico. Paperas equinas que no remiten con penicilina, artritis infecciosa que no pueden ser tratadas con aminoglucósidos, hepatitis bacterianas que no curan con las sulfamidas y un largo etcétera.
Todo esto resulta arduo de leer y de ATENDER, porque implica un cambio en nuestra forma de actuar cuando estamos enfermos nosotros o nuestros animales y, al igual que está sucediendo con otros muchos problemas inherentes a nuestra sociedad de consumo, el problema del uso de los antibióticos nos llega cuando realmente tenemos la batalla cercana a la derrota, por lo que o se toman medidas URGENTES Y DRÁSTICAS o en pocos años nuestros niños, embarazadas, ancianos o pacientes inmunodepremidos se verán fuertemente amenazados cada vez que tengan que enfrentarse a una infección. En definitiva, morir por una infección banal no será algo inusual.
Y llegados a este punto, ¿que debemos hacer realmente?
- No utilizar NUNCA un antibiótico si no ha sido prescrito por un profesional sanitario.
- En caso de prescripción médica/veterinaria. Acatar de forma rigurosa las pautas que han sido recomendadas, puesto que olvidarse en las tomas, cesar los tratamientos antes de tiempo o tomar más o menos dosis de la recomendada favorece la aparición de resistencias.
- En el aspecto veterinario, dudar de aquellos que te den medicaciones de este tipo sin una receta veterinaria o te suministren directamente tratamientos sospechosos por su presentación, dosificación o coste.
Confiamos y esperamos que la difusión de esta problemática nos ayude a todos a tomar conciencia de la situación y a cambiar la forma de actuar cuando precisamos de este tipo de medicaciones.
María de la Cuesta